Procrastinar o no procrastinar
Desde que me enteré del significado de la palabra procrastinar
("diferir, aplazar" según la Real Academia de la Lengua
Española) tengo que reconocer que me ha preocupado no la palabra sino el
concepto que encierra, es decir ser víctima de ese defecto o fallo humano que
se denomina procrastinar.
En la Wikipedia hay un amplio artículo sobre este tema cuyo primer
párrafo es el siguiente: La procrastinación (del latín procrastinare: pro, adelante,
y crastinus,
referente al
futuro), postergación o posposición es la acción o hábito de
retrasar
actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por
otras
situaciones más irrelevantes o agradables.
Cuando yo era más joven y estaba en activo no solía tener
realmente problemas de procrastinación, pero al jubilarme y no estar sujeto a obligaciones
laborales concretas, encuentro ciertamente dificultades para evitar esta
actitud. Creo que la razón es clara; cuando estás sujeto a una disciplina de tareas
a realizar dentro de unos plazos no te queda tiempo para distracciones
alternativas, pues tus responsabilidades te llevan directamente a la
tarea. En cambio, cuando tú eres tu propio jefe es fácil encontrar excusas u
olvidos voluntarios para dedicar tu tiempo a temas más agradables, descansados
o divertidos.
A lo largo del tiempo he visto que éste es un problema bastante extendido
y como consecuencia en Internet se pueden encontrar muchos artículos, métodos e
incluso cursos para superar la procrastinación. He leído bastante sobre el tema
aunque no he llegado a realizar un curso de superación, por lo que el tema lo
sigo teniendo en una especie de “wait and see”.
Acabo de leer en Internet un interesante artículo de MARIÁNGELES
GARCÍA titulado “Procrastinar mejora
la creatividad” y publicado en el sitio Yorobuku (https://www.yorokobu.es/procastinar/), que inmediatamente he leído y cuyo contenido
me ha parecido muy interesante y razonable, por lo que he decidido resumir las
ideas más interesantes que quizá puedan ayudar también a otras personas que se
encuentren en esta tesitura.
Dice la citada autora:
1-
Y para el psicólogo Tim Pychlyl, de la Universidad
de Carleton en Canadá, estamos ante un problema muy serio, porque no se trata
solo de retrasar algo para abordarlo mejor un poco más tarde (o sea, una
cuestión de manejo de tiempo), sino de la incapacidad de controlar nuestras
emociones e impulsos.
2-
…esto de dejar para mañana lo que debes hacer hoy
puede generar incluso problemas físicos y mentales como ansiedad, depresión y
culpa.
3-
El procrastinador empedernido y confeso, emplea
un truco para evitar caer en el vicio del "pa luego" que amenaza la productividad: “el trato de los cinco minutos”, dedicarle cinco minutos y luego pasar a otra cosa.
4-
Otros sugieren dividir la tarea en partes y
plazos más manejables o imaginarse a uno mismo si fracasa en la labor
encomendada.
(Aquí quisiera señalar mi discrepancia con el punto 3 anterior, que ya conocía hace
tiempo en versión de 3 minutos, pues empleo este truco a menudo y con buenos
resultados.)
Continúa la autora Mariángeles con la parte más interesante:
5- ¿es tan malo procrastinar como opinan algunos
expertos? A la luz de otras investigaciones, no solo no es perjudicial, sino
que incluso puede ser mucho más beneficioso para nuestra productividad y
creatividad. Al tomarse su tiempo para realizar una labor se favorece el
pensamiento divergente.
6- …hacer las cosas inmediatamente después de ser
ordenadas o encargadas, hace que acabemos antes el trabajo … pero, …las
primeras ideas son, por lo general, las más convencionales.
7-
Adam Grant, psicólogo y autor de la universidad
de pensilvania dijo que “...en cada proyecto creativo
hay momentos que requieren pensar más lateralmente y más lentamente. Terminar
las cosas antes es una manera de bloquear los pensamientos complejos que me
dirigían a lugares insospechados. Estaba evitando el dolor del pensamiento
divergente… pero también me estaba perdiendo sus recompensas.”
Resumen
Creo que una postura razonable ante el tema de
procrastinación es adoptar un punto intermedio. No esperar “sine díe” como si
alguien nos fuera a hacer nuestro trabajo pero tampoco sufrir si de vez en
cuando nos apetece dejar la tarea y hacer otras cosas o pensar en otros temas
más livianos o divertidos, o por estrategia de procedimiento. Y cuando se presente la necesidad de no demorar más
la tarea acordarnos de la regla de los tres+- minutos que creo que es muy
buena.
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