Reunión de la promoción de
ingenieros navales de 1959
Madrid 13 de Diciembre de 2013
Después de nuestra última reunión hace dos años nuestros
animosos organizadores José María y Luis
decidieron volver a reunirnos en Madrid, como punto más accesible para todos, y
organizaron un día de encuentro el 13 de diciembre pasado, con sencillos pero cordiales actos que
consistieron en:
- Una misa en la iglesia del monasterio de las Clarisas situado en el Paseo de Recoletos
- Una visita al museo del Prado para ver la exposición temporal “Velázquez y la Familia del Rey Felipe IV”
- Una magnífica comida en el asador vasco Zerain
De todos los compañeros y compañeras convocados sólo
pudieron acudir 5 y 5 respectivamente y fue especialmente apreciada la
presencia de Paloma, que muy recientemente sufrió la pérdida de su marido
Félix, nuestro inolvidable compañero Alonso-Majagranzas, y sin embargo participó en esta jornada con su habitual alegría y simpatía.
Los participantes en la reunión fuimos:
- Luis Arias
- Jon Azpíroz y Margarita Quesada
- Paloma Baena
- Rafael Estevan y Mª Carmen Pastor
- José Mª de Lossada y Pilar Morera
- Jesús Montoya y Nicole Divard
Echamos de menos a todos y a todas los que no pudieron venir
y les animamos, y en algunos casos hasta les conminamos (es broma) a que no
falten a la próxima reunión.
Los tres citados actos los programaron en una zona geográfica muy
próxima de forma que pudimos hacer todos lo movimientos andando, lo cual
siempre es muy bueno, especialmente a nuestras edades.
El monasterio de las Clarisas es un edificio del siglo xvii situado en el centro de Madrid y sin embargo
es muy desconocido pues creo (perdón si
me equivoco) que ninguno de nosotros
habíamos estado antes allí y, muy
bien conservado, es como un oasis de retiro y tranquilidad en el mismo centro del ajetreo de la capital.
Al terminar la comida Luis, ejerciendo como corresponde a su
irrenunciable y nunca suficientemente apreciada condición de Delegado del
Curso, nos leyó una entrañable carta de nuestro ausente compañero Miguel A. Nistal, cuyo texto copio literalmente:
Estaba convencido de que, hiciera lo que hiciera, no podría evitar deciros
algo; de modo que pensé contaros
una serie de vivencias de años pasados que todos conocéis de sobra y que
cualquiera de vosotros explicaría mucho más detalladamente y mejor que yo: Como
cuando teníamos que descifrar el enrevesado puzzle – arriba, al centro, abajo –
que nos proponía Herr Storch, para acabar descubriendo que el hombre, cuando
tenía miedo, se refugiaba en el bosque; o las prefabricadas interrogaciones de
D. José María; o cuando jugábamos al futbol en la yerma ería del hoy
desaparecido patio trasero de la Escuela, o cuando, en fin, nos agarrábamos a
una interminable carrera de maratón Ciudad Universitaria arriba y abajo, como
último recurso para aprobar la gimnasia lo cual, por otra parte, nos hacía
salir en un suelto de la página 17 del Marca bajo la alusión de “y así llegaron
hasta 450 participantes”. Por eso, deseché la
idea.
Lo que me resisto
es, no a dejar de contar una vivencia, sino a dejar de desvelaros un secreto
por si alguno ha sido tan torpe como para no darse cuenta de ello: Cuando
éramos jóvenes, allá por tiempos del Antiguo Testamento, nos casamos con unas
mujeres – que eran mucho más jóvenes que nosotros – con lo que nos aseguramos
una muy buena atención de por vida. ¡¡¡ Cuantísimos canónigos quisieran haber
tenido unas atenciones como las que tuvimos y tenemos!!! Desechadas las
vivencias pasadas, pensé contaros, a cambio, las futuras que ninguno conocéis.
Pensé y pienso con
cariño, esperanzado y satisfecho, en ese tiempo en el que nosotros ya no
estaremos y en el que nuestros hijos serán los que ocupen nuestro lugar en la
tierra y ante Dios.
En ese tiempo en
que, cuando se pronuncie nuestro apellido, cuando nuestro nombre salga a
relucir, por casualidad, en una conversación, ya no será de nosotros de quien
se hable, sino de nuestros hijos, que llevarán nuestro apellido honradamente
ante Dios, con la cabeza alta y orgullosa como nosotros; mejor que
nosotros.
Y pienso con cariño
en ese tiempo, en que ya no se tendrá necesidad de nosotros, en el que todo
marchará igual, porque serán nuestros hijos los que llevarán la misma carga y
que quizá – y aún con toda seguridad – la llevarán mejor que nosotros, porque
lo harán mejor que nosotros sin duda alguna, y el mundo marchará mucho mejor.
¿Será esto vanidad?
¡¡Sin duda!!
Pero Dios nos lo
perdonará.
Cuando Luis leyó esta carta había tal ruido de fondo en el comedor del
restaurante que yo no llegué a captar gran parte de su contenido y posiblemente
os pasó algo parecido a la mayoría de vosotros. Al leer el texto escrito y
entenderlo perfectamente, una vez más he admirado la capacidad de Miguel para
combinar humor y profundidad en el contenido de lo que habla o escribe.
Y como una imagen vale eso que sabéis aquí he colgado todas las fotos que saqué.
También saqué algunas escenas en video aquí
Y… sintiéndolo mucho nos despedimos todos hasta, esperemos, el año próximo.
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